viernes, 2 de abril de 2010

Luis Alposta



La recompensa

Meta yugo y estudio, sin bambolla,
como si no sintiese el amasijo.
Y al aportar para llenar la olla
demostraba también que era un buen hijo.

Y así, tras el noviazgo el casamiento.
Formó flor de familia, con pendejos
que crió con amor y a todo vento,
sin olvidarse nunca de sus viejos.

Después la vida lo levó a entregarse.
Llegó a una edad en que empezó a cuidarse
y le rajó a los fasos y al alcohol.

Pero igual, la vejez lo ató de manos.
Hoy lo llevaron al hogar de ancianos
sus cuatro hijos y el colesterol.



Soneto

Un soneto me pide el amor propio
y en mi vida me he visto en tal apuro.
Si cuatro versos ya me dan laburo,
antes de los catorce será un opio.

De las formas no quiero ser esclavo.
Además, sobre el tema ya se ha escrito.
En el séptimo verso lo medito
y no sé si plantarme en el octavo.

¿Seguir o no seguir? Esa es mi duda.
Pues la cosa se me hace peliaguda
al tratarse de historia tan junada.

Pero ya falta poco, y lo importante,
es ahora encontrar la consonante
y dar esta cuestión por terminada.




Riglos y Rosario

Todo ocurrió
en un viejo y derruido chalet
de dos plantas
ubicado en una esquina,
a treinta metros
de donde vivía César Tiempo,
por Rosario,
y a tres veredas
de donde murió Astor Piazzolla,
por Riglos.
Allí, en esa casa,
en medio de la suciedad
y de una miseria
que llegó a ser implacable
hasta la ferocidad,
en un exilio de silencio y locura,
dos seres,
que fueron mis amigos,
vivieron un amor.
Un amor no expresado
por violentas expansiones,
sino por una diaria radiación;
por pequeños actos de bondad
sin nombre ni recuerdo.
En esa casa
con fulgores de plata,
donde ella estaba loca
y él ya no se bañaba,
en la que casi no eran existencias
sino meras apariciones;
en esa casa,
símbolo de lo que se marchita
y de lo que fenece,
estaba la alternativa de la piedra
como oposición
al mundo de lo efímero;
la piedra,
como perduración
de la inmovilidad y el silencio.
La piedra del frente
y la historia de un amor.
Lo único que ha quedado de esa casa
de la esquina
de Riglos y Rosario.

Nota:Luis Alposta (n. Buenos Aires 30 de junio de 1937), médico, poeta y ensayista argentino. Sus poemas (traducidos al francés, inglés, italiano y japonés), figuran en numerosas antologías y han sido musicalizados por Edmundo Rivero, Rosita Quiroga y Osvaldo Pugliese entre otros. Prologuista, conferencista, autor de numerosas comunicaciones académicas sobre el lunfardo y el tango y de colaboraciones varias en periódicos, revistas literarias y programas radiales.

2 comentarios:

  1. Qué impactante encontrar esta referencia a dos personas que, siendo pequeño, conocí.
    Luego supe un poco de esa historia de autoabandono.

    El chalet aún está, al menos su fachada, convertido en negocio:
    https://www.google.com.ar/maps/@-34.6196822,-58.4373685,3a,37.5y,200.53h,95.46t/data=!3m6!1e1!3m4!1sAqDeqCS-r3pz1f8sgeg4Gw!2e0!7i13312!8i6656

    El protagonista masculino de la historia era un historiador del tango.
    Etcétera.

    ResponderEliminar
  2. Hoy me volví a acordar de esta esquina, porque hubo un choque y fue TT en Twitter.
    La historia de ese amor, y la de esa locura, existirán mientras alguien pueda ponerles nombres; hasta que el último en haberla conocido, aunque sea lateralmente, en charlas de adultos, muera.
    La piedra promete ser más perdurable. Su máxima amenaza, su depredador natural, es el negocio inmobiliario.

    ResponderEliminar