miércoles, 7 de abril de 2010

Osvaldo Bossi



Aviso a los navegantes

No pondré un cerrojo en mi puerta,
pero habrá una puerta.

No comeré del mismo plato.

No saldré a caminar de noche
por más devastadora y hermosa que sea
la noche de junio al lado tuyo
cuando en mi corazón aún sea de día
y una pequeña llama
arda en la íntima cocina: apacible.

No caminaré sobre el agua
No buscaré desconsolado, a cualquier hora
un parque de diversiones.

Cuando la primera insidia llegue
o el deseo surja como un abejorro punzante
no los cubriré.

Como no hay salvación posible
ni castigo compensatorio
no voy a pedirte que me escuches ni me deslumbres
con el chasquido de tu látigo

Que seas justo o bello, o que no lo seas
correrá por tu cuenta.
A cada cual su alvéolo, su santuario y su ración de escoria.

Que en nombre del amor no te calme
ni me perdone ni te justifique.
Que llegada la hora del descanso, descanse
No me ataree en la secreta construcción de un puente
pavoroso o magnífico.

Ningún efecto, ninguna causa
será completamente tuya ni de nadie: no serás responsable.
A cada cual su monstruo ¿no es suficiente?

No me llames por teléfono para que lo vigile
por favor esta noche, cambie su agua o le dé de comer.
No soy una excepción, y voy hacia lo mismo
como todo el mundo.

No te olvides de mí, pero sobre todo no te acuerdes
únicamente cuando las cosas andan mal.
Mi sabiduría no es tan sabia ni tan tonta:
empieza con mi corazón y por él se termina.

Llegado el momento, no pagues mi excarcelación.
Sea o no inocente, no me impidas
la retórica del mal. (No es tan difícil.)

El mundo, es cierto, y las cosas que hay en el cielo
se han modificado con tu presencia,
pero no me quieras engañar. No me digas:
La soledad, a partir de ahora, ya no será una preocupación.
Aunque pueda, yo no quiero perder
ese vértigo, el fondo sobre el cual bulle una copa
a veces sumamente amarga y a veces... dulce.

Que yo no diga
--y si lo digo no me escuches: No soy nadie sin ti.
Y si soy nadie fatalmente, que yo comprenda
que sólo ha sido por mí mismo.



Como ese árbol

que agita su fronda
cuando un pájaro se le acerca
y gira (más que alado, tornasolado)
alrededor suyo, sin atreverse
a posar una sola de sus patas,
como si fuera un río congelado
y no un árbol
que la naturaleza ha puesto
delante de sí, o fuera a derrumbarse:
como si un pájaro
pudiera hacer que un árbol se derrumbe
o el árbol no quisiera, en el fondo
perder por un segundo su estabilidad,
como si no se oyera un silbido
entre las hojas, un largo llamado
de apareamiento, y el pájaro
que se conoce, pensara una vez más
que es su propio deseo de amor
girando entre las hojas,
como si el árbol
viviera en una jaula autosuficiente
y tronco y trino
no provinieran de una misma raíz,
como si un pájaro
pudiera ser un pájaro de verdad,
lejos de su árbol, y a la inversa...



El muchacho contorsionista

No tengo amigos, pero me llevo bien con los /
relámpagos.
De dónde quiero salir, adónde quiero llegar,
no lo sé. De la mañana hasta la noche
doy vueltas a lo mismo, como si poner un brazo /
aquí,
una pierna allá, me impidieran caer en el dolor...
No hay dolor para mí. Es importante que sepan
esto: no hay dolor. Y no entiendo a la gente que /
sigue quieta,
aferrada a lo mismo, o deja que las cosas /
continúen
en su lugar. Yo sueño con un cuerpo distinto
cada vez, y no me importa que sea el mío:
puedo pasar de lobo a niño, de elefante a cangrejo
en pocos segundos, haciendo pequeños arreglos.
Algunos piensan que lo mío no es flexibilidad
sino un error de base, como si me faltara un eje,
un punto de apoyo... Puede ser. Mi madre se /
horroriza
al verme, y mi padre se ríe, se divierte conmigo
como si dijera: Este muchacho... Sin ir más lejos
anoche tuve una pesadilla. Dormido y desnudo
en mi cama, cualquiera (¿se dan cuenta?) /
cualquiera
podía verme. Mi novia, incluso, que es muy /
posesiva
podía encerrarme en una cajita de fósforos
o esconderme tranquilamente en un dedal.


Nota:Nació en la provincia de Buenos Aires el 8 de marzo de 1963. Entre los libros de poemas que publicó se encuentran estos títulos: Tres (Bajo la luna, 1997), Fiel a una sombra (Siesta, 2001), El muchacho de los helados y otros poemas (Bajo la luna, 2006) y Ruego por el tornado (Sigamos enamoradas, 2006).

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