sábado, 26 de junio de 2010

Alfonso Sola González


Poema


Alguna vez, cuando hayan pasado muchos años,
comprenderás estas y otras palabras de los viejos poetas.

Verás a los recolectores del humo de las cosechas
con sus trajes heredados
comiendo su racimo de uvas brillantes
bajo la verde
parra del paraíso

y verás que el invierno es un largo pájaro de plumas rojizas
que duerme en un país ruidoso y bien amado,
donde el agua no canta, ni embalsaman las flores
ni las ardientes esmeraldas crecen en las leyendas.


Comprenderás tal vez que la naturaleza es un cadáver enjoyado y triste
donde las almas atan su destierro
a ríos rumorosos, a pájaros, a flores majestuosas
bellas y sin sentido

y verás que estos últimos besos o palabras
sólo son una obscura brasa de viento que se apaga.
En un país ruidoso y bien amado
con alas y guirnaldas de viejos poemas
soñados en las calles, en las tabernas, entre los muelles,

Estaré fumando mi pipa junto al pájaro
que bebe la hermosura del mar..
Si allí no estoy cuando comprendas todo
no sé, no sé dónde decirte que me busques
mi pequeña muchacha, mi pequeña mendiga del jardín.





Mallarmé y la verdad de tu cuerpo

“La chair est triste, hélas¡
et je lu tous les livres¡


La carne es triste, ¡ay¡, y yo ya he leído todos los libros.
No, tu carne no es triste, amor,
no son tristes tus dientes que muerden el pan de la mañana,
no son tristes tus huesos que levantan tus pasos por el día,
ni el pelo aéreo y alto
ni el más oculto de la rosa que quema.
Sólo ellos, los pérfidos, son tristes,
Los libros
donde no se puede escribir tu belleza.
Tu carne no tiene letras o símbolos o nadie.
Tu cuerpo es el pan de la luna mojada,
es mi cuerpo en tu cuerpo
aunque la muerte diga que es un libro y que es triste.






Otro, mientras llega la hora de dormir


Los músicos han descendido en el jardín.
El largo pelo de la luna
cubre sus flautas, sus viejos violines.
Pero todos están en silencio
entre los rosales.



Y otro


Color de mar de otoño
es el ala del pájaro
que cubrirá tus hombros,
tal vez, ayer,
mañana.
Pero siempre me despierto en la noche para decir,
color de mar de otoño…




Felices Pascuas


Felices los que creen en el Espíritu Santo
felices los que creen en el partido comunista
felices los que creen en el dragón del Sol
o en el oscuro río de la noche
eternamente inmóvil.
Felices, felices los que en la flor del cáncer
encuentran la paloma
de la última hora.
Y feliz vos
y yo,
tan perdidos
en la soledad del amor,
cuerpos que fueron sombra
y ahora resplandecen en las viejas almohadas,
felices,
porque ya está el pan que quema.


Felices mis amigos que perdí
porque me perdieron
feliz el vaso roto
en la noche
sin el Señor,
feliz la espuma de los dientes
del lobo
tan solo,
en el bosque dorado;

Poema



Vivir por ti
por mí
por la naranja
del verano
que rodea el sol
y por los pobres hombres
que recogen
las hojas de las rosas


en el viejo jardín perdido
en el otro jardín.





POEMAS DE NITEROI *


1


En Niteroi ya no está la Bahía,
ni la luz ardiente
en la madera de tu boca
quemada por una sal lejana.
En Niteroi están nuestros amigos
que de lejos llegaron también;
en Niteroi hay un vaso podrido
por el amor,
un pájaro que no canta
en mi puño cerrado;
en Niteroi están tus rodillas
cubiertas, casi, por tu ropa adorada.


En Niteroi hay una señora que va a morir
con un espejo oscuro en la cartera;
en Niteroi hay un hombre que lee el diario
como si leyera el viento.
En Niteroi, en Niteroi, en Niteroi,
en Niteroi,
mi amor.


En Niteroi estamos
estuvimos tal vez,
cuando éramos inocentes
como una eterna arena negra;
y el mar
era un palacio
de lejanísima piedra de dulce pelo
tuyo
y mío,
mi amor.


En Niteroi hay una bandeja
de metal,
de fuego seco,
de mano calcinada,
gris como un guante de mar
en invierno.
En Niteroi hay un teléfono
que se quema a sí mismo
para esperar tu voz, mi voz
en Niteroi.


Y porque no estamos tristes,
en Niteroi
el viento del verano
traerá la hoja de la acacia
que en tanta alma sedienta gira
y moverá la estrella de tu pelo
para que duermas, luego,
sobre mi corazón.


Y mañana, otra vez
la puerta matinal abrirá
y tal vez piense
en el pavor del alba
que tú y yo
volveremos
a Niteroi.


Mendoza, noviembre de 1964


Nota MRS*un café en Mendoza

En Niteroi hay un gato sentado en la peluca del Juez.
En Niteroi está mi vida y mi amor
En Niteroi hay un botón perdido
en el diluvio
y las patas del ánade
que vuela y muere siempre.
En Niteroi está mi amor.


Cuando regreso a Niteroi
cruzando, solo, la sombra
del océano,
solo con una espada de ortigas
que no separa
las unísonas aguas,
saladas,
sedientas
como una perla de fuego negro,
sólo está mi amor,
en Niteroi.


En Niteroi está la juventud
y la gardenia que se oscurece con el día
y que arde en la noche
tuya,
en la tremenda noche
de cuerpo
mío.


En Niteroi estoy sacándome
los zapatos
que golpean
el piso
como alas
de ángeles secos
que tal vez
del paraíso descendieron.

En Niteroi
estoy mirando la miel perdida
de tus dientes blancos, grises, dorados
donde mi lengua duerme
antes que llegue el día.


En Niteroi está tu cabellera
llena de pájaros oscuros
que te levantan hasta el techo
de Niteroi,
y que luego descienden,
sostenidos por las puertas y el vacío
hasta mis ojos que lentamente leen la mañana.


En Niteroi hay una espada de musgo roto,
que me matará algún día,
lejos de Niteroi


El gato ha descendido de
la peluca
del Juez,
en Niteroi.

Mendoza, noviembre de 1964
III


En Niteroi está mi mano
abierta sobre la mesa,
esperando.


En Niteroi no hay nadie,
sólo estoy yo.


En Niteroi hay un vidrio oscuro
que no alcanza a ocultar el mundo.
En Niteroi hay un árbol
lleno de espejos corrompidos,
o tal vez alejados,
por el tiempo
que soy yo.


En Niteroi no hay nadie.
Sólo estoy yo,
esperando.


La naranja o el viento
o la violeta de plata
no están en Niteroi.
El lento barco de humo sepultado
no está en Niteroi;
la gaviota de marfil quemado,
la pluma mojada por una sangre lejana,
ya no está en Niteroi.


Sólo estoy yo en Niteroi.
Esperando.


Mendoza, noviembre de 1964





POEMAS DE HIROSHIMA

Sous le Pont Mirabeau coule la Seine
Et nous amours
Faut-il qu’il m’en souvienne
La joie venait toujours aprés la peine.



Vienne la nuit sonne l’heure
les tours s’en vont je demeure.


HIROSHIMA

I


Hiroshima,
mi amor, caminando.
No el ruiseñor,
no el ruiseñor del sol de la noche,
no el ruiseñor que desciende del laúd de la luna,
ni el ruiseñor de la monja vestida de novia,
no el ruiseñor
sino la inmensa alondra de los bosques quemados,
la alondra que no canta
porque otro día a ella, sin nosotros le pertenece.
No la pólvora quieta
la dulce pólvora blanca, errante, de la noche.
No el canto del jilguero matinal en las acacias,
sino Hiroshima,
mi amor
caminando.
No lo que destruyó el terror de una estatua hundida en los pantanos
o el fuego de una cabeza de alto toro de amor
perdida en el jardín,
si no tú y yo,
Hiroshima,
mi amor,
caminando.
Y si vuelve hasta mí tu voz en los secos teléfonos del olvido
y si llegan desde lejos
las piedras incendiadas de tus pechos oscuros,
si las terribles fuerzas del amor
caen un día, otra vez, en Hiroshima,
mi amor,
siempre,
caminando por la noche fugaz,
por los crueles mares que separan
mi boca de tu boca.




La vendedora de serpientes

Esa, la de ojos de ágata
la de fuego en la cintura,
la del anís rosado
esa, la gran leprosa del agua,
la nacarada, la de anillos untados
de cedro azul
esa, sí,
la serpiente
que envuelve la tierra,
un país de animales inocentes
y maestros que vuelven en la tarde
a sus sórdidas cuevas de papel y de glosas
esa, la víbora del hinojo y la leche,
la que he comprado para que grabe su nombre
en un árbol de mi casa,
esa serpiente, la más hermosa y mortal
ya devora los cerros cercanos,
ya la música del veneno
cierra
la boca amada
ya vendedora,
te pago la serpiente.




Con una bola de billar en la mano

Es tal vez conocido y en ciertos días suave
el tapiz donde rueda
tu marfil abierto,
cuando te muerdo el cuello
se cierra
la navaja,
la oreja atenta
al ruido de la muerte.
El crisantemo doble en la cocina
dice:
Señora;
hay que apagar las luces.




Tango pour Des Esseintes

En memoria de Miguel Angel Gómez, el poeta asesinado


“Yo soñaba con una Tebaida refinada, con un desierto confortable, con un Arca inmóvil y tibia en donde refugiarme lejos de la tontería humana”
Floressas des Esseintes




“Pero no ves gilito embanderado
Que la razón la tiene el de más guita”
Discépolo




“Tu n’heritéras a ma mort
Qu’un nom déposé sur un livre”
Tudor Arghezi




« Y el amor que haga siempre imposible el olvido;
y la revolución que a los hombres devuelva
sus potencias divinas”
Miguel Angel Gómez



Vuelves des Esseintes,
Vuelves de tu diván y el libro rojo y gris
Escrito a perla cerrada.
Vuelves de una noche de Fontenay-au-Roses,
De una noche escondida en una pobre piedra,
El hidrófano
Que sólo arde en el agua muerta;
Y vuelves con tu barba de porcelana de París de noviembre
Mecida por el aire de los viejos jarrones de Fontenay
Y los ojos de hortensia de tus amigos sin esperanza.

Viejo, querido, mentiroso Floressas des Esseintes.
Vuelves cuando todas las puertas están cerradas
Y aún no hemos olvidado la canción del castaño
(Te acordás, ahora, milonguita, del barrio perdido?)

En los bosques cercanos a París
Los burgueses almuerzan sobre papeles
Y has tenido piedad por el cristiano
Que muerde la cebolla y el pan
Y lee su evangelio, su novela de milagros terribles
Y se arrodilla el domingo en Notre-Dame
Roído por tus uñas de ópalo lunar.

Pero ten piedad, también, por Jean des Esseintes,
Por las plumas de absintye
Que caen de su corona dulcísima
Rodeada por los cerdos asados
Que con ojos azules
Esperan a la vieja señora de los mercados.

Los burgueses se aúnan en los bosques
cercanos a París
y el viento como una gran iglesia se deshace
arrastrando los papeles dorados por la grasa y el amor
sobre los puentes del Sena
hacia el mar
que sólo es una gota de agua seca,
en el botón de tu chaleco
de magnolia perdida.

Y hablábamos de ti, des Esseintes
Y pensábamos que ya regresabas, en el coche, a Fontenay
Y los panales de la antigua esperanza
Parecían luciérnagas espiadas por los turistas
Cuando salíamos del Hotel de Chinois
(Te acordás Marguerite?)
Y caminábamos silbando el tango de Gardel
Y alguien venía desde lejos
Resplandeciendo en el escorpión de un anillo, que era otro amor, tal vez.
Y era el verano o el otoño.
Y en las vidrieras había telas
Dibujadas con mapas anteriores
A los viejos países de la vida.
(Recordás las ventanas volando sobre los bosques rojos
Y, otra vez, un triste baile del 14 de julio embanderado)

Esta es la jaula de la lluvia
Este es el pájaro del Sena
Que ha cantado en Sainte-Chapelle
Para tu pobre vida,
Para los perros ciegos que ladran todavía en mi alma.

En el viejo boliche de la calle Maipú
(Te acordás, vos también, Miguel Angel?)
Pensábamos el tango que no tuviera fin en la vida ni en la muerte.
Aquí comienzo a escribirlo, tal vez,
Cuando Jean des Esseintes
Regresa en el viejo coche vacío
A
Fontenay.

Nota: Nació en Paráná en 1917. Frecuentó entre los treinta y los cuarenta el grupo de Girondo y después se radicó en Mendoza . Perteneció a la llamada Generación del 40. Se suicidó en octubre de 1974.Sus libros: “La casa muerta", "Elegías de San Miguel", "Cantos para el atardecer de una diosa" y "Cantos a la noche”.

1 comentario:

  1. gracias germán,por este buscar,este hallar,más acá,más acá,en el olvido,el abismo...la poesía al fin,la poesía

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