sábado, 12 de marzo de 2011

Alberto G. Fritz



Al borde de una definición


Extremo bautismal
el caracol.

A su lado la jarra
vuelve real
lo que el ojo
ve.

(Se explora una condición
para obtener un concepto de niebla
de la bárbara desnudez.)






El griego


Ahora que sentado a la mesa
escribo esto
sé que la escritura
es una pérdida de tiempo.

Pero me siento un griego en este ocio.

Mentiría
si no digo que a veces pienso
que un poema
puede mejorar el mundo.

En lo vacío hay una cierta belleza,
en el espacio, un pájaro candente.







Diario de Madrid


Repentinamente deja de llover.
Afuera, oscuros seres retoman calles,
bares, discursos, melodías.
Desde la habitación, un hombre observa
cómo algunos pájaros abandonan los nidos
en busca de alimento para las crías.
Cierra, al escuchar el revoloteo agitado
contra los ventanales, un libro de poemas.
Después se levanta y calienta agua para el café.
En un poema, Carver habla de su padre
y de cómo es posible estar en dos lugares
al mismo tiempo. Eso le ocurre
cuando al cruzar hacia la habitación,
fugazmente, sobre la mesa, el retrato de ella
parece observarlo.
Está aquí, solo, y allá, en el pasado,
sentado a su lado, a la vera del río, sonriendo.







Glauce



Me han referido que un perro estuvo enamorado
de la citarista Glauce. Pero hay quienes aseguran que el enamorado fue un cordero, y no un perro, y otros dicen que se trataba de un ganso...En Esparta, una graja cayó rendida de amor ante los encantos de otro adolescente.

Claudio Eliano, Libro I
Historia de los animales





Siglos hace ya Glauce
que enamorado de ti,
yazgo en el umbral de oscuridad.
Esta patria se parece a la inmortalidad.
He visto por años a viajeros desplazarse
hacia el país de los sueños en busca de tu música.
Aquí dejaron frutas y bocados exóticos
que hace décadas ya no pruebo.
Son los años Glauce, el recuerdo que alimenta
la ignorancia, lo que me torna parte del tiempo
y algo parecido a los hombres.
Debiera ladrar o callar, pero he aprendido
un lenguaje casi humano para nombrarte.
Llevo en mí la dolorosa hybris,
y aunque pueda presagiar el paso de la nube,
duermo en la voracidad de tu vertical figura.
¿Cuál de todas las condiciones del alma
sopla como el viento en la verdad?
Así, parezco mover mi cola
pero son nacimientos
de una danza última y delicada.
Entro y salgo del deseo y te otorgo,
detenida, la belleza del cristal del aire.
No podrá el tiempo osar con su vacío
detener tu cítara, querida Glauce,
la música de sus cuerdas en tus manos.
Y acaso el infinito, que con la muerte
otorga la mitad de un sueño,
se suceda centauro, y yo, tu cuerpo.



Nota:nació en Viedma, Río Negro, en 1962, donde reside. Editó entre 1989 y 1995 del periódico mural de literatura: Cavernícolas, no más ciudades planas. Poesía publicada: Animal sumergido (1989), Los juegos menores (1991), Fuegos (1996) Fragmentos de un diario de mar (2001), Ecología del amor (2001), y El lugar más iluminado (2006.) Los poemas publicados en Poetas Argentinos, pertenecen al libro inédito: Lo que queda del alba.

2 comentarios:

  1. Excelentes textos, en verdad.

    "
    Pero me siento un griego en este ocio. Rescato, con permiso:

    Mentiría
    si no digo que a veces pienso
    que un poema
    puede mejorar el mundo.

    En lo vacío hay una cierta belleza,
    en el espacio, un pájaro candente.

    Saludos, Antonio.

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