lunes, 5 de septiembre de 2011

Paulina Ailín Aliaga


Zurrar la celestina

Nunca fuimos catequizados. Lo que hicimos fue el carnaval.
Oswald de Andrade


Voy a creer que no hay la verba
clara de la redención
que no hay
no habemos una celestina
que nos lleve.

Mejor.

Una deconstrucción
y un mejor entrenamiento
para estas ladinas urbes

para qué
preguntan los hijos
de mi tiempo
no les voy a responder

Acá se trabaja y se canta
el día
no nos sentamos
a pensar
en las palabras
nos sentamos a mecer
el universo
en la rodillas






Hijas del desmadre


Hermanas,
hijas del desmadre
y el hambre, con su destino inconexo a las vitales del sueño que ay, atraviesa
carretea hecha rezos y andinas excrecencias a las hechiceras, las hijas del error, las
madres.
Las últimas en esperar que el sueño le arrebate el pudor a sus niñas. Las inconvencidas de la muerte y el dolor. Las que se cuecen a fuego lento en las madrugadas cortando la luz a la fiebre.
Mi madre acaparó la misión de desvestir a los santos de su linaje, y echarles fuegos fatuos encima para que chorreen sustancia las falsas deidades falsas etéreas falsas.
Mi madre conminó a las prisiones de la carne en mi a que dejáranme solita que ya iba yo a aprender, aunque doliese, a emanar insanidad de estrellas, baile, soledad de serpentina.
Mi madre es una tigra pájara indócil y arrulla con insidia la palabra agua, la palabra cielo, la remota savia de sus cleros personales.
Mañana abro el pecho a mis navidades únicas, mis rezos, mis misitas de imprecación sabrosa y entran sin que yo tema, porque mi madre auscultó la tierra y atrapó la luz de las guerreras naturales.
Madre me hizo fiera en camisón
hija líquida tierna de la carne viva del mundo.
Curandera:
desmadre tu corazón.






Sangre de pozo

Campos minados
de arroz
de mentiras
afán de lucro, rosácea
en la mirada.
Cortejar un dios ausente
rasgar la piel del canto,
todo eso quise hacer,
¡y no he podido!

El sol hincándose en mi
cuello
matándome el estío
en la sien
para saberme
y yo…!
Desvestir al sol
canalla sueño
para que vea la orfandad,
sangre de pozo
vagando en las costillas
el mal olor, la fiebre
el tiempo que empezaba
a no caer
hasta que vino el cielo
y lo enfrentó.

Parece que odiara a la deidad.
Lo que sucede
realmente
es otra cosa.








Lo limpio


¿No ves cómo se lava la tierra
ante mí?

¿No ves los granos de arena
asemillar la piel de desgano
calentar el músculo,
filmar
la escena del sol

con los reflejos del ojo?

La lavo yo.

Yo revoleo tierra, arena; agua:

le hago la danza al desierto
y se moja entero de adentro; del fondo
de abajo:

llueve
de sur a norte
en los sueños, y en la realidad.




Nota: nació en la ciudad patagónica de Comodoro Rivadavia, el 7 de septiembre de 1985. Es actriz, poeta, estudiante de Ciencia Política en la UBA, y creadora de la productora teatral Musas en Taparrabo. Reside actualmente en la ciudad de Buenos Aires.

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