domingo, 3 de junio de 2012

Sebastián Bianchi


Los pedazos



Un tenis melancólico yacía y supuraba viscosidades nauseabundas
en mis señoras de los placeres anestesiados con su chorro negro de lenguas
de lagarto que buscan imperiosamente lamer válvulas hasta volverlas osos que se
desorientan de tu mano con el vapor rosa del efluvio.
Yo te seguía, a tontas, cuando desenroscabas la serpiente
entre las carpetas de mis últimas producciones,
y encontraba un trozo de tu cuerpo para sonreírle a cada instante.
La mínima luz de una mesita me hacía estremecer hasta caer borracho.
Fumaba en las esquinas o veía al viento pasear cogoteando.
Los ojos de una vecina eran rojos y helados.
Tras la araña que formaban los olores con los miles de hilos
de sus fragancias insondables, nuevas al respirar a todo lo largo del verano,
más frescas que el árbol de donde cuelgan los delfines que no se operan,
tus pedazos vagaron solitarios por mis heridas que se abrían como hebillas.
Y a una señal, en el misterioso carrusel de las modificaciones, se hizo una espiral.






1° Oda matrimonial



Ensimismado, junto al mausoleo
de los esposos, en el rancio
almacén -en el corazón
poetizado al mango- un Hölderlin
de Avena yéndose con el viento
de las amapolas.
Petrificados, mármoles de
granaderos, voces que escriben
las lápidas.
El camino de los vates solteros, quemados
en la fiebre de su solo cuerpo
que se deforma… ¡Y van
a parar, cada tanto, en la temporada
en que la más lampiña mejilla
renace, del púrpura al violeta, alegres
tras el tornasolado monóculo!






La novia del futbolista



Cuando la muchacha vampiro
vio que el sol asomaba entre las nubes,
una infinita tristeza anegó su corazón
y de sus ojos cayó una lágrima.
El futbolista yacía con el cuerpo desnudo en su regazo;
lo acarició lánguida, calladamente
y dejó guardado un beso en el labio superior.
El joven despertó con la conciencia aún velada por el sueño.
Hizo esfuerzos desesperados por levantarse,
pero de momento parecía dominar la modorra.
Ésta, con imaginarias cuerdas, lo sujetó hasta el mediodía.
Es cosa sabida en la naturaleza que al tomar el sol mayor altura,
mayor es la temperatura que proyecta con su luz.
Los animales, enterados de la situación,
aguardaban en sus madrigueras.
Las plantas doblaban los tallos para buscar protección.
Y las piedras indefensas,
¿a quién esperaban en medio del calor?
El futbolista dejó que la tarde se extinguiera
y salió con la pelota hacia el campo enemigo.
Pasaban a su lado árboles de pasto a gran velocidad.
Lo que producía fricción con el viento,
sacaba viento a los costados
El césped, así, onduló suavemente.
Una torcaza silbó compañera.
El cielo se cubrió de blanco.
Un sol parecido a una torta
y un niño que parece que se lo come.
Es dios,
está contento e inventa una nube.
El viento mostró en harapos lugares del cielo.
En su lastimadura titilaron plateadas las estrellas.
La luna, trepada al alambrado,
no sabía cómo hacer para bajar.
Para manifestarse el sentimiento requiere de sus partes.
Entraron en uso,
fueron abandonadas a la espontaneidad
que la vida se cuida de guardar en sus criaturas.


Bio:Nació en Buenos Aires en 1966.Libros: Segunda Interpretación al Médano de Arena (1998), Atlético para discernir funciones (1999), El trazado Luro-Matanza (2000), El resorte de novia y otros cuentos (2002), Manual Arandela (2009), Poemas Inc. (2010).




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