jueves, 22 de agosto de 2013

Javier Martínez Ramacciotti


-*-

Antes de comenzar a mirar
hay lo que sé: estoy debajo de una rama
y  aunque tengo mi DNI en el bolsillo derecho del jean
observo el río
sabiéndome un relieve entre otros
desde esta perspectiva,
un relieve desde cualquier perspectiva
incluso la mía: cuando abro los ojos
tampoco yo tengo ningún interés en verme

Hay unas vacas que mugen desde la orilla opuesta del río
prometiéndome
con cada mugido
el retorno a una materia
anterior al paisaje.
Flotan pedazos de islotes que se desprenden
en el transcurso del día
siguen la corriente y yo que quisiera expresar
el nudo que tengo en alguna parte del pecho
pero es tan raro estar frente a un río
tan extraño ser testigo del lado más amable
de la destrucción
tan pero tan desconcertante escuchar esos mugidos
atravesando la distancia de las orillas
como gritos de auxilio en un lenguaje opaco
propio de seres que me temen
y temo.

Más allá
en donde supongo una tierra
se desploma y viaja tranquila rio abajo
ahí justamente comienza a oscurecer.
Antes de esconderse del todo
el sol acaricia las puntas de las cosas
que no dan sombra
ni la requieren.

Yo
insisto a pesar de todo en mí mismo.




-*-

No sé cómo llegué a este lugar.

A veces uno abre los ojos y está rodeado
recuerda exactamente qué caminos tomó
con quienes lo hizo y reconoce todo lo que encuentra
sin embargo se escucha diciendo por lo bajo
que no sabe cómo llegamos a este lugar.

Y se me ocurren ideas pasajes frases
recuerdos nombres mapas
que podrían explicarlo y enceguecer al mismo tiempo.
Prefiero decir solamente que hasta aquí vine caminando
con la cara tapada bajo mis manos y temblando
que no quiero estar sobre las cosas sino entre ellas
que no traigo nada nuevo para agregar bajo el sol
que siempre pero siempre
tengo miedo.
Y  que nunca es bueno ver caer algo desde tan alto
a menos que uno caiga también con ello.




-*-

Y es entonces cuando al despertar
levantás los párpados y aún tenés
una cortina de arena en las córneas.
Hace siglos que dormís
con los ojos entreabiertos espiás
las horas que ya han ocurrido y no te pasaron
a vos, a mí, repetís varias veces hasta quedar afónico.
Un puñado de arena en la garganta
se te atraganta cuando intentás comer los minerales ocultos
porque aún tenés un resto de confianza en lo que se esconde
porque no podés asentir que el panorama extendido
agota lo que hay al frente alrededor y detrás tuyo.
¿Pensaste qué hacías acostado en una planicie de arena
si habías despertado de una resaca de noche
o habías nacido del huevo amarillo de un lagarto confundido?
Buscás en la luz al fondo de tus ojos las imágenes
la herencia de alguna especie la materialidad de alguna palabra
el hervor de una insurrección el nombre de cierto pueblo
y sólo ves un sol pálido que calcina lo que toca.

Ya sin fe en nada que se ancle a la gravedad
decidís hacer lo que dijiste que nunca
te voltéas y quedás mirando para arriba

el cielo no está vacío el cielo no está vacío
pero lo que encontrás tampoco te tranquiliza.





-*-

En el árbol conviven especies
que se alimentan de nuestras lágrimas.
Y el sol hace siglos que no se mueve de su lugar:
voy a comenzar a rezarle,
inventé una oración por cada animal
que no sabe volar. Y en ese árbol viven especies
que se alimentan de una cierta impotencia:
cuando el sol se apague y olvide mis oraciones
serán los únicos seres vivos que poblarán el planeta.
Hubo un momento que no quedó registrado
donde decidimos enterrar nuestras fuerzas
en un agujero del patio de atrás de casa
como una semilla de la que crecerían árboles
donde viven animales que se alimentan
de lo que los días van dejando a un costado:
son parecidos a sapos del tamaño de un rinoceronte
cada uno es el único ejemplar de una especie
que comienza y termina con ellos.
Tienen una lengua pero nunca van a hablar:
miran desde las ramas el desastre
esperan el  frío glacial
en sus pupilas se puede ver el tráiler
de nuestro fin:  y  es algo tan pero tan hermoso
que uno no puede más que esperar que suceda
lo antes posible.






-*-

No sé si tendré hijos.
No sé si todavía es eso posible
si lo es, voy a inventarle un nombre
a mi descendencia
un nombre único y diferente
como el de una raza mutante
que acabará con el planeta y sus formas de vida:
los errantes, los llamaré
y dirán: los errantes fulminan
lo que procura mantenerse en pie
no hay piedad en ellos
o piedad es lo único que los mueve
en su ansia destructora.


 Bio:(Córdoba, 1985): Realiza su Tesina de Licenciatura en Letras Modernas en la UNC. Participó de la antología de jóvenes narradores de Córdoba Es lo que hay(Editorial Babel), Los Nuevos (Editorial Babel) y de Dieciocho. Antología de poetas hombres de Córdoba (Tinta de Negros Ediciones). Ganó el primer premio del Concurso Literario El Banquete 2011, género poesía, con el libro Fondo Blanco publicado por Alción Editora. Ganó el primer premio del II Concurso Nacional de Poesía “Taller Latinoamericano de Poesía Fundación Neruda 2012. Participa de la Dirección y Consejo Editorial de la Revista Caja Muda (www.revistacajamuda.net). Co-autor del libro de ensayos La obstinación de la escritura (Postales Japonesas, 2013). Su mail es ramacciottijavier76@gmail.com


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