lunes, 26 de agosto de 2013

Piero Iurato



Poemas del general-fraile
Félix Aldao
(1785-1845)


(I)

Yo, Félix Aldao, hijo de una religión
muerta, cansado de cruentos
combates, y amansado por los dones
de la fortuna; abandono la pólvora
por una caricia y envaino mi sable
por un ardor. Sólo acepten
mi rapto queridísimas Limeñas.
Olviden a su patria y a su familia.
Incluso olviden su alma,
sus nombres y sus rezos.
¿Quién las amará cuando tengan
las piernas hinchadas de trabajos pesados
o cuando tengan la piel por los talones
y una virginidad tan arraigada
como la ceguera de una iglesia? Mujeres,
que sólo sirven para contener
mis excesos como un bálsamo
que enjaula a los espíritus rebeldes. Mujeres,
que me sucumben entre una apostasía y una iglesia
que me niega el matrimonio. Mujeres,
eso deben ser.




(II)

Encontrábame aún
con el escapulario, con la prédica
en la punta del sable y con
la convicción frente al terror de
mis enemigos, cuando el grito
de ¡a la carga! despertó mis vicios
más ocultos:
Ellos me temen,
temen al capellán vestido de blanco,
separando y descuartizando sus pecados.
Ellos no pueden divisar mi sable
aunque yo sí sus cuerpos.
Por eso los absuelvo,
los redimo y los mato,
bañándome en sus interminables
chorreras de sangre.
En fin y al fin,
todo es
un gozo que se perdona
con la espada.




(III)

En varias partes desgarré
mi hábito también mis
miedos y otras
ideas.
-Guerrillas en las sierras del Perú-
¿Cómo no acaudillar a las masas indígenas
abandonadas en la timidez
e incapaces de resistirse a una conquista?
¿Cómo no mandar a empalar
a los torcidos realistas españoles
envueltos en esos rojos de reyes?
Por la religión, la patria
y el rey ya no pueden
hacer nada porque mi sed
comienza con el vino y mi amor
se obsesiona, incluso
en la matanza de mis propios
amores; cual león
desgarra a sus cachorros.




IV)

Pehuenches: no hablo
su mapudungún, no creo
en sus dioses, no practico
sus hábitos. Aunque sí trato
con sus mujeres: penetro
sus vestiduras, obturo
su barbarie y esgrimo
sus lágrimas. Porque todas
lloran en mi oficio de torcer.




(V)

Patria, mi Patria
querida, ya he dejado de matar
por tu nombre. Pero mi rencor se alimenta
con las palabras insanas y lastimosas que salen
de sus bocas. Mejor vivir
apartado de esta sociedad
acusadora, a sentirme
mordido por esas miradas llenas
de oprobio.
Mendoza, mi Mendoza querida,
he partido hacia tus tierras
pero he encontrado maltratos
que no deben ser.
Palabras insanas y lastimosas en mi pecho.
Palabras afiladas como la hoja de una espada.
Palabras que inician un fatídico solo de clarín.


Bio: Nací en Buenos Aires el 17 de Marzo de 1987.
Estudio piano, composición y dirección orquestal con diferentes maestros.
Asistí a diferentes talleres literarios. Escribo poesía y prosa, interesado en la filosofía y
antropología como matriz de la voz poética contemporánea.

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