lunes, 16 de junio de 2014

Natalia Romero






Aviones

Caminé cerca del aeropuerto
y los aviones
volaban sobre mí
¿a cuántos metros de mí?
¿a cuántos metros del suelo?
Fueron tres.
A cada uno lo miré
venir y bajar
hasta la pista de aterrizaje.
Cambiar sus dimensiones
a medida que se acercaban.
Podían ser cualquier cosa ahora.
¿Cuán grande es un avión?
Entre lo que creo y lo que veo
entre el cielo y yo
hay solo unos pocos metros
de distancia
todas las posibilidades.
Podría caer sobre mí
una de estas máquinas gigantes
pero sé que eso
no va a ocurrir hoy.
Si muero, quiero estar adentro del avión
estrellarme contra la tierra
viniendo del cielo.
Un avión se acerca
prende sus luces
rojas contra el celeste
respiro ese aire traído de lejos
¿tendrá arena de algún desierto?
El avión corta el espacio
lo bordea como las aves
traza una línea finísima
imperceptible.
Cierro los ojos un segundo.
El pasto está húmedo bajo mis pies
siento tu mano
los dos reímos.
Así me gusta vivir.
Permanecemos quietos
veo tus ojos
abiertísimos como tu boca.
Esta es la cercanía
ver los aviones pasar
cambiando de color el cielo.



Habitación

Las persianas del hotel
se mueven y hacen ruido
a madera vieja y seca.
Entra la luz del día
pasa por las cortinas.
Vemos rosada la pared.
Despertás y sin dejar de abrazarme
tu boca se queda quieta, abierta
sobre mi nuca.
Abro los ojos
sostengo la respiración
quiero que se empalme con la tuya.
Afuera hay mucho viento
en este lugar del oeste con laguna.
El cuadro de los caballos
se ilumina.
Son cuatro y corren en paralelo
dos y dos
y rodean un río.
Sabemos que afuera
están las montañas y los pinos,
que vendrá en un rato mucho sol
que hasta las 11 hay desayuno
que probablemente ya solo quede café.
Suena una radio en el pasillo
una mujer tararea una melodía
que no logramos distinguir
-el hotel a esta hora
ya debe estar casi vacío-
es el único sonido que oímos
en esta cama nueva que nos contiene.
Las sábanas huelen a perfume
concentrado de rosas
y el calor nos humedece
de a poco la piel.
“Para salir deberíamos ducharnos”, digo.
“Afuera está el lago”, decís.
Pero todavía ninguno se mueve.
Durante el viaje en la ruta
el colectivo nos llevaba,
nosotros íbamos quietos.



Nacimiento

Le pregunté a la abuela
por el día de mi nacimiento.
¿Qué hacías
cuando tu hija
se convertía en madre?
La abuela
se acomoda el volado
de la camisa de domingo
ese azul, ahora gastado
por el sol de las tardes
sentada en la vereda.
Hace un movimiento con los ojos
uno que no puedo seguir
se queda quieta en la virgen
esa, que cambia de color
con el clima.
La virgen está violeta
es la humedad, va a llover.
Me acuerdo
del día en que me enteré
que al nacer mamá
la abuela casi se muere.
La partera se asustó
mamá nació
en una sala de hospital
y la abuela temblaba.
Me contaron que el médico
le preguntó a mi abuelo
a quién salvamos
a las dos, respondió.
Claro que a las dos, dijo
como excusándose.
Y cada vez que lo cuenta
es lo mismo.
Como si aún tuviera
una culpa
por haber tomado
ese riesgo ineludible
de quererlo todo.





Trampolín

Desde la ventana del colectivo
al llegar a la ciudad
veo rasando el cielo un avión.
Es temprano
y su contorno se mezcla
con el blanco de la niebla.
Me detengo a mirarlo pasar
la ruta avanza
y el cielo también.
La línea que deja
como de hielo
dibuja trazos, que son rastros
en medio de la velocidad.
La superficie plana
cada vez más celeste del cielo
me recuerda la vista
del agua desde el trampolín.
Mi hermana ya en la pileta
el club casi vacío a esa hora
y yo con el miedo
entre el vapor y la humedad.
Estoy en el borde
a la espera del salto
que no suene el silbato aún
miro el agua, la veo tan cristalina
y abajo
los azulejos brillantes
y ese calor en el cuerpo
ese calor de la proximidad.
Detenida, puedo ver hasta el aire
sobre mi piel
como lo hondo de una tormenta
que enciende el cielo
o como la estela
del salto de un avión.




Casas

Al mudarnos
mi hermana y yo
dividimos las pertenencias.
Algunas cosas
pasan a ser necesarias
y otras imprescindibles
según nuestro estado de ánimo.
Nos mudamos ya muchas veces
más de las que hubiéramos querido.
No quiero el microondas
ni la cafetera ni los platos.
Quiero llevarme lo mínimo.
Tampoco el cuadrito de rosas bordadas
ni los candelabros.
Me gustan las velas
pero no los candelabros.
La casa que compartimos en Buenos Aires
se llenó de la casa que vaciamos
en Bahía, después de tu muerte.
Ahora vaciamos otra vez la casa
para mudarnos cada una sola.
Esta mañana
volví a mirar la puerta redonda del lavarropas.
Ese, que no terminaste de pagar
porque tu vida terminó antes.
Mamá
ahora, un día como hoy
en que decido no ir al trabajo
porque llueve
porque quiero dejarlo
al trabajo
a él.
Pienso
qué voy a hacer mamá
si me enamoro.
¿Habrá lugar algún día
en alguna de mis casas
para nuestros objetos
todos, bajo un mismo techo?
Los días pasan
y yo
rondo la punta de la pregunta.
Hoy,
por ejemplo
poder decir no, y hacer
un hueco de luz
adentro de la casa
que huele a mi
que se llena de las plantas verdes
que crecen
porque cuando estoy triste
trabajo con mis manos su tierra
y las dos nos transformamos
en un acto de iniciación.
Ahora
mientras las tostadas
crujen al calor
de la tostadora
que en la repartición fue mía
pienso en las tostadas que me hacías
pienso en tu felicidad
al comprar la tostadora eléctrica
la llegada de la tecnología
la promesa de la buena vida
que siempre esperaste
porque no supiste donde hallar.
Qué dirías mamá
si supieras que ya no tomo más café
ni como más carne
que lloro cada vez menos
que nunca volví al cementerio
que vivo sola con mi gata
que sufro por amor.
Que no estás para escuchar.
Que creo haber olvidado
tus olores.
Que sólo queda esa permanencia
sutil
en los objetos.


Bio: Natalia Romero nació el 21 de Febrero de 1985 en la ciudad de Bahía Blanca. Vive en Buenos Aires desde el 2004. Estudió la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UBA. Forma parte del grupo que organiza el ciclo de lecturas El Rayo Verde, coordinado por Osvaldo Bossi. Junto a Maximiliano Cosentino lleva adelante el ciclo de narradores Necesito oler limón. Dicta un taller de escritura creativa junto a Verónica Yattah. Dirige la librería virtual A Cien Metros de la Orilla, www.acienmetroscom.ar
Sus poemas fueron publicados en varias antologías, revistas y blogs. Publicó su primer libro de poesía Elijo (2011). Algunos de sus poemas pueden leerse en www.todaslascostas.blogspot.com

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