viernes, 17 de octubre de 2014

Violeta Avit






Súper fitito bordó


El fitito bordó, una nave hacia otro paisaje.
La cuna móvil donde quedaron los recuerdos
de nuestras últimas vacaciones
familiares en Monte Hermoso.
Un hongo afrodisíaco de calidad paternal
con nostalgias de mi viejo corredor de speedway, 
devenido bicicleta,
transformado su sueño en el súper fitito bordó.
Su compañera dos ruedas: “la pumita”,
una extensión de su laburo municipal,
olor a milanesa
y bocina de avispa resfriada.
El fi-ti-to era el reír de algunas compañeras de escuela
cuando estacionado me esperaba salir por las tardes.
Era la alucinación de algunos coleccionistas:
héroes nostálgicos que ayudo a sobrevivir.
Su bordó meteorito avisaba en cada esquina,
mandaba cumbia, mandaba Rata Blanca
y se mandaba en los semáforos rojos ganándose puteadas.
Hasta que esa tarde esperando ansiosa contarle
sobre mi primer acertado golpe de bate
en una clase odiosa de educación física
tuve que enfrentar no ver más al fitito bordó
y junto a él y a lento ritmo de motor quebrado
se fue parte de mi vida.





C.P

Los pibes de la Córdoba Capital
caminan bailando, algo en su manera
de moverse me recuerda
a los que nacen en el Caribe,
a los que viven rápido.
Cuando sonríen la Mona Jiménez
se hace presente en ellos
y me dan ganas de ir a un recital
borracha de toro y pritti.
Los pibes de la Córdoba Capital
son románticos
y algunos están armados.
Te pueden dar un abrazo, un culatazo.
Los pibes de la Córdoba Capital
tienen balas de goma en sus piernas
y yo gomitas de frutilla en la mochila.
Al ritmo de cuartetazo los vi
escapando ágilmente de la gorra,
que en su marcha milica y cuadrada
se pierden burramente
en los laberintos barrios
de la Córdoba Capital.





Cactus


Pincharse con algunas de ellas.
Altar de espinas que se arrastran por el dios sol.
Experiencia Yanomami, cortante, excitante.
Imitación berreta de picadura de avispa.
Encontrárselos en un baldío: futuro edificio.
Encontrárselos en la ventana de alguna habitación
mirando por el vidrio, reflejando su pena por el encierro.
Cerca de la cárcel de Bahía Blanca
está lleno de cactus que mientras esperan
en su escudo dejan marcas.






Árbol -Tierra

Abrí una puerta tropical de madera húmeda y ahí lo vi, mirando el fuego,
haciendo contacto su piel carbón con harina mercal en las narices.
“Árbol-Tierra” hablaba pausado, su mirada reflejaba al viento enfurecido.
El olvido no hacía intentos en recordarle quién era.
Algunos dicen que se colgó en un viaje de hongos, además de las pastas
que le hacían tragar, droga que lo aturdía tal cual rompe portones
a los perros en Año Nuevo.
Las lenguas rápidas de “Loma de la Virgen Alta”
decían que debía andar con cuidado, que había abusado de alguna mujer,
de hecho algunas amigas comentaban como se toqueteaba al mirarlas.
Pero yo vivía con Árbol -Tierra, le hacía preguntas estúpidas y cuando se ponía raro yo lo encaraba con el mismo viento enfurecido de sus ojos y él se alejaba.
Rafael había sido un viajero en los 70, trasladó su presente a otro.
Un enroscado, hijo de capitalistas que dormía a la intemperie chavista,
vergüenza de su mamá.
Cuando no estaba en casa solía verlo por las calles de la ciudad
caminando descalzo con una rama en la mano, recolectando envoltorios, documentando en soledad el consumo de la sociedad en Venezuela.
Por un tiempo Árbol -Tierra desapareció, la incertidumbre de que si seguía vivo
o preso de su familia no era algo que me molestara.
A los meses volvió, solía hacerlo de mañana, hecho brisa, te dabas cuenta
porque se alimentaba con la comida de los doce perros vegetarianos del lugar.
Esa vez llegó muy enojado, jugaba a las escondidas y se perdía,
gritaba “¡no los quiero en la tierra!, ¡no lo quiero en la tierra!”,
recuerdo esa noche dormir con el machete al lado del colchón
deseando que la puerta de madera tropical nunca se abriera.
Árbol- Tierra había vuelto hecho tormenta
y esa fue señal para entender que ya debía irme de su montaña
convertida en viento enfurecido hacia otro presente,
tal cual sus ojos me habían enseñado.





____________ 


Improvisar la mañana.
Desdoblar el cuerpo.
Descoserse los dedos.
Amenazar a tus miedos.
Acariciar la neblina.
Jugar a lo contrario.
Ser perro, felino sin nombre o apodo boludo.
Una canción de Velvet Underground te camina por la espalda.
La vecina insoportable se hace pájaro y es agradable.
Meter la pata dentro de una cloaca en Bolivia.
Todos se ríen de vos
Y vos te sentís contento por eso.
Regalar una planta de exterior.
Abandonar la pereza de oso gordo.
Recordar que estamos en guerra y
Que respirando seguiremos vivos.


Nota: Nació en Bahía Blanca y vivió dos años viajando de mochilera  por Sudamérica lo que la define ser de varios lados. Desde chica siempre se sintió atraída por la música y los dibujos, muchas idas y vueltas la hicieron irse y volver siempre a lo mismo. Actualmente hace canciones junto a “La Pirámide”. Durante el 2006 trabajó en barrios y comunidades de pueblos originarios en el norte de Brasil. Luego estudió Profesorado en Artes Visuales y hoy día da talleres en diferentes barrios de la ciudad. Junto a Mariana (Die Explosiven) realizan “Thu Pah Zine” de circulación gratuita.


No hay comentarios:

Publicar un comentario