miércoles, 5 de noviembre de 2014

Facundo R. Soto




Resplandece la canchita
Despejado
Despejado
Claro
Limpio
Transparente
Sin espejos
Despejado
Despejado
Abierto
Sin espejos
Despejado
Sin nubes
Despejado
Despejado
Despeajdo.
Encendido
Otra vez estoy encendido.
El cerebro es como una lasaña
Después de ver la peli me quedé pensando. Todavía en la cama, con el porro en la boca me pregunté: ¿Qué es el cerebro? Él, leyéndome la mente, me respondió: como una lasaña. Lo anoté en mi libretita: “El cerebro es como una lasaña”.
Poesía para el poeta Ioshua (en su gira latinoamericana)
Drogalos
Hipnotizalos
Parales la pija
Rompeles la cabeza
Abriles la mente, el culo y entrañas
Chupale las arterias
Lamele los pies, el pito y culo
Dales una nube de placer
Escupilos
Que te escupan
Cogete a la pachamama
Quemalos vivo y comelos
Y después…
Después, hacete amigo de todos
Pediles su e-mails, encontralos en facebook
Y ya en buenos aires
Invitalos a Casa Brandon
a escuchar poesía.
Verano
Deseo una vida para leer. Otra para jugar. Y una para vivir el verano. Estar eternamente de vacaciones. En la estación roja. Que no me importe nada. Donde todo te despierta.
Camino descalzo por la vereda hirviendo. Huelo el pasto con los pies.
En el verano no me importa nada. Tomo limonada con hielo y menta fresca, recién sacada de la planta, y fumo marihuana. Mucha marihuana. Hasta perder la identidad y ser uno con el todo y todo con el uno.
En verano todo me despierta, y despierto. Me doy cuenta que las cosas están vivas.
Descubro las formas de tu cuerpo, en la noche que es azul, y me despierta, en verano.
Corro en la plaza, como un perro.
Transpiro hasta ser agua,
para que me tomes, como una limonada con menta, en verano.
Vuelvo a abrir la noche y a regar la planta, de marihuana. En verano.
Cangrejo
Pasé la tarde leyendo un libro para un cangrejo de caparazón rojo y antenas plateadas.
Cuando me miró, me detuve, y lo miré. Entonces empezó a caminar para el costado.
Pensé en comerlo, pero volvió. Se paró enfrente de mí, y volví a leer. Parecía escucharme, atento.
No dudé que el cangrejo de antenas plateadas y caparazón rojo era mi amigo.
Lo miré y me dijo algo mientras movía las patas hacia los costados, como bailando el charleston. Tenía los ojos negros, como faroles de un auto, las patas plateadas y su danza era amarilla.
Me dormí al sol, con el libro en el pecho, percibiendo su compañía.
Cuando se levantó viento y una nube tapó al sol me desperté, y el cangrejo desapareció en un hoyo. En un hoyo.
Estación de servicio
Agarro el auto y manejo. Sin destino. Apreto el acelerador. Me pierdo. Aparezco en la Panamericana. Creo. Se mezclan las autopistas. Brasil. Buenos Aires- La Plata. Maryland. Bajo en una salida. La bajada parece eterna. La alfombra mágica. Las ruedas titilan. El auto parece desbarrancarse. Me meto en la ruta. Una estación de servicios me hace señales. Las luces parecen La vuelta al mundo, de noche. Paro. Es de noche, muy tarde. O la madrugada. O dos días después. O antes. Tengo ganas de escribir. Entro de la estación de servicios. Surtidores. Autos muertos. Quietud. Una nave espacial. Centro de energía. Petróleo. Tubería. Baños. Lubricantes para los motores. Los playeros como muñecos de goma, vestidos con mamelucos amarillos. Me gusta el olor a nafta. Me gusta ver los autos, como manchas de colores que pasan lentos, como tirados por un hilo invisible, por la ruta. Lo veo desde el ventanal. Afuera hace frío. Está oscuro. Ya no pasan autos. Y no tengo idea dónde estoy. El silencio se acerca. Se sienta a mi lado. Me asombra cómo me mira. Lo ignoro. Mi voz interior, como una rata crujiendo y letrada, me habla. Cada vez más fuerte. Tengo que escribir, pienso, o es su voz. Busco mi netbook,en el auto. No pudo salir. Me quedo sentado, frente al volante. Es lindo ver el campo negro y la noche luminosa desde ahí, como si fuese un extraterrestre. Tomo consciencia: Soy un visitante. Soy un extraterrestre. Prendo un porro. Fumo. Recuerdo el instante anterior, cuando movía el encendedor. Cuando la llama se levantaba. Cuando la cabeza, o la punta del porro se prendía. Pienso que eso es poesía. Abro la puerta del auto. Eso también es poesía, porque un pedazo de noche se escabulle por la puerta, y entra al auto. Vuelvo a la estación de servicios. Me siento en una banqueta, alta, que mira a la ruta. Le pido un café negro al chico de gorrita y se queda mirándome. Lo miro como si fuese la primera vez que lo veo. Lo descubro. Creo conocerlo de toda la vida. De otra vida. Colgado, pienso de dónde lo conozco, mientras el Word se abre en mi mesa. Pero el Word se abre en cámara lenta. Cuando termina de abrirse está saliendo el sol. El sol me duerme. Voy al auto y duermo. Cuando veo el Word, blanco, no me acuerdo de nada. Pero cuando comienzo a escribir, las palabras me lo cuentan todo.

Bio: www.desprendimiento.blogspot.com

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